Nuestro corazón produce millones de latidos diarios. Se acelera cuando hay una emoción fuerte y se relaja cuando estamos en reposo. Nuestro corazón sufre, vive, se emociona y se alegra. La vida misma se encarga de que reciba esas emociones y el café de mantenerlo a flote (así como el ánimo).
Cuando era niña bastaba que mi abuelo César se sirviera una taza de café para yo antojarme y que me diera un poquito. Tengo el recuerdo de la taza de plástico amarilla, el tazón de azúcar de acero inolvidable...digo, inoxidable. También me acuerdo de la cucharita que usaba para removerlo como él solía hacer. Negro...negro como los teléfonos públicos de aquella época. Así lo tomaba y no sé cómo el esófago lo sobrevivía. Cuando mi viejo murió, la ilusión por esa tacita de café murió con él. No fue hasta que comencé a trabajar de maestra que comprendí la necesidad de volver a tan preciado líquido. Ese líquido que me daba salud mental y paciencia para afrontarlo todo durante una larga mañana.
Este verano tuve la intención de probar café y locales nuevos que ofertaran una nueva cepa de café puertorriqueño. Hace algunos años la industria cafetalera ha comenzado a resurgir (gracias a Dios) y poco a poco estamos recibiendo café hecho en Puerto Rico y no mezclado con otro tipo. Este es el caso del café Hacienda San Pedro que se ofrece en un local llamado Latte que Latte.
Carlitos me llamó para quedar allí y hablar un poco sobre España y su oferta educativa. Siendo un amante del país no pudo contenerse a interrogarme sobre el mismo. Interrogatorio que acepté con ilusión porque podía ver a mi amigo y conversar un buen rato con él.
En cuanto llegué a Latte que Latte me sentí como en casa de la abuela. Su decoración es sencilla y acogedora. Te hace sentir en casa y eso para mi es un "plus". Otro "plus" fue el hecho de que tuviesen leche sin lactosa para poderme tomar mi café sin miedo a las consecuencias. Aquellos que somos intolerantes a la lactosa sabemos lo raro que es encontrar un sitio que atienda nuestras necesidades. Además de leche sin lactosa tienen leche de almendra y soya.
Ordené y me senté a esperar a Carlitos y mi café. Me lo trajeron antes de que llegara Carlitos con una deliciosa galleta que por Dios espero que me den la receta, y si no me la dan, sabré sobrevivir sin ello.
El café es buenísimo. Un café con leche como Dios manda, bien hecho, suficiente leche y con amoll del bueno. No es muy cargado, es suave y delicioso.
Estuve tres horas allí hablando con Carlitos y Pedro que resultó ser el cuñado de la dueña del local. Hablando de música, de los tiempos que vivimos, los ensayos de coro, de nuestro querido Willy y su "belleza tropical", entre otras cosas. No hubo indicios de apurarnos a irnos, no hubo incomodidad. Me sentí en todo momento como en mi casa.
Es un lugar en el que te tratan con cariño y un negocio con corazón que no solo ofrece café, desayuno, sandwiches entre otras cosas. Es un lugar con propósito y que se une a causas nobles. Sitios como este son dignos de apoyar. Considero que los jóvenes emprendedores deben recibir nuestro apoyo pues son los que trabajan para que el país salga adelante. Merecen un espacio y ser reconocidos.
Mi corazón late contento del rato que compartí allí y espero poder repetir muy pronto así como espero que tengan éxito en los años venideros.
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